Recuerdo ancora esas tardes... sin hablar.
Aturdidos por el bramido de los versos apenas leídos,
apaleados por nuestro poeta ya olvidado por el mundo,
le calzábamos al silencio los zapatos
y sólo una colérica sirena lloraba a lo lejos.
De pronto, la pequeñez de un colibrí,
llegaba aleteando impaciente en tu jardín.
Todo el desconsuelo alojado en nuestros cuerpos
se iba si uno de tus gatos maullaba, a la espera de una caricia,
su canto triunfante ante la vida.
Para entonces, el ruido de las sirenas o en los labios ya teníamos lo amargo de la vida.
elnidodetuboca
Yo, que no soy piedra, sino camino que cruzan al pasar los pies desnudos, muero de amor por todos ellos; les doy mi cuerpo para que lo pisen, aunque les lleve a una ambición o una nube, sin que ninguno comprenda que ambiciones o nubes no valen un amor que se entrega. Luis Cernuda.
lunes, 23 de enero de 2012
domingo, 16 de octubre de 2011
Que tu cuerpo apenas oscurecido tendido junto a mí.
Que tú yo en un día soleado volamos sobre el mar.
Que avisté una tortuga y solté mis manos del arnés.
Que descalzo, sin la gravedad martillando en los pies
sentí los mimos del viento alojarse en todo el cuerpo.
Que ahora todo es recuerdo, mas la sonrisa sigue petrificada.
Que tú yo en un día soleado volamos sobre el mar.
Que avisté una tortuga y solté mis manos del arnés.
Que descalzo, sin la gravedad martillando en los pies
sentí los mimos del viento alojarse en todo el cuerpo.
Que ahora todo es recuerdo, mas la sonrisa sigue petrificada.
jueves, 4 de agosto de 2011
A L. S. D.
Te debo una noche dedicada a una amistad ya de tiempo iniciada.
Te debo un carrusel veneciano en la alameda, las burbujas de jabón,
el olor noctámbulo de las "vestidas" y las carcajadas que nunca tuvimos.
Tu histeria anestesiada por la luna y ese apetito de amar, que te pisa
los talones, simpatizan con las ganas de regresar a una inocencia
que en mí no duro más de nueve años.
Te debo un carrusel veneciano en la alameda, las burbujas de jabón,
el olor noctámbulo de las "vestidas" y las carcajadas que nunca tuvimos.
Tu histeria anestesiada por la luna y ese apetito de amar, que te pisa
los talones, simpatizan con las ganas de regresar a una inocencia
que en mí no duro más de nueve años.
Dos chacales se abrazan
Faquires fallidos, verdugos insensibles
llamando al amor.
Losca e impávida su piel, enjutos
los brazos con marcas de cortadas.
Cabezas a medio rapar y el pelo
de un rubio chillante.
Fieles a un San Judas Tadeo
que inmóvil en sus brazos los observa.
Se abrazan, se besuquean, y el hedor
del tóxico en sus bocas los desclava
de la realidad por un instante.
llamando al amor.
Losca e impávida su piel, enjutos
los brazos con marcas de cortadas.
Cabezas a medio rapar y el pelo
de un rubio chillante.
Fieles a un San Judas Tadeo
que inmóvil en sus brazos los observa.
Se abrazan, se besuquean, y el hedor
del tóxico en sus bocas los desclava
de la realidad por un instante.
miércoles, 16 de marzo de 2011
Al principe que estrena zapatos.
Me recito a Cernuda
porque esta noche sólo un poeta
puede entender mi necesidad
de recurrir al insomnio.
Pende del techo una lámpara
que si cayera sobre mí
sería una enorme diente de león
deshojada por el viento.
Te imagino calzando un par de Keens
y en mis ojos la gracia de tu cuerpo
Tu tibia espalda, y es forma de caminar
entre infatil y ligera.
porque esta noche sólo un poeta
puede entender mi necesidad
de recurrir al insomnio.
Pende del techo una lámpara
que si cayera sobre mí
sería una enorme diente de león
deshojada por el viento.
Te imagino calzando un par de Keens
y en mis ojos la gracia de tu cuerpo
Tu tibia espalda, y es forma de caminar
entre infatil y ligera.
viernes, 11 de marzo de 2011
Desde mi corta altura contemplo al mundo.
De pie,
con las manos zurcidas a los bolsillos,
sin nada que ofrecer que no sea este intento
de accidentada poesía.
La escritura es un óbolo que se paga
sólo si dejo caer la pesantez mi de flojera
en los altivos renglones del papel.
Tullida se vuelve la caligrafía,
presuntuoso el acto de reemprenderla.
Esquivando estoy a los vendedores
de impaciencia que se me abalanzaban
como abejas.
Aletargado, sin un Cavafis arrancándome del sueño.
De pie,
con las manos zurcidas a los bolsillos,
sin nada que ofrecer que no sea este intento
de accidentada poesía.
La escritura es un óbolo que se paga
sólo si dejo caer la pesantez mi de flojera
en los altivos renglones del papel.
Tullida se vuelve la caligrafía,
presuntuoso el acto de reemprenderla.
Esquivando estoy a los vendedores
de impaciencia que se me abalanzaban
como abejas.
Aletargado, sin un Cavafis arrancándome del sueño.
lunes, 10 de enero de 2011
Tres inviernos
Fue el "embrollo del amor" que nos llevó a esa primer conversación.
Los míos eran días dedicados a la búsqueda de una posible esperanza
o quizá sólo el pretexto para escuchar otra voz que no fuera la mía.
Desbocados seguimos nuestro instinto hacie donde fuere, y henos aquí,
después de tres inviernos y tus ojos, míralos, siguen igual de hermosos,
en un traje de baile que yo les construyo un aviario para poblarlo con
mis besos.
Los míos eran días dedicados a la búsqueda de una posible esperanza
o quizá sólo el pretexto para escuchar otra voz que no fuera la mía.
Desbocados seguimos nuestro instinto hacie donde fuere, y henos aquí,
después de tres inviernos y tus ojos, míralos, siguen igual de hermosos,
en un traje de baile que yo les construyo un aviario para poblarlo con
mis besos.
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